domingo, 23 de enero de 2011

Luna



P. y yo sabemos que la luz de la luna es mágica, por eso las noches iluminadas movemos su cama hacia la ventana, y al amanecer un brillo distinto nace en sus ojos.
Hoy hay luna, es noche de invierno y al terminar de leer el cuento hemos resuelto el misterio de los lobos caminantes y el significado del aullido a mitad de la noche. Falta descubrir lo que ocurre en nuestro jardín antes del amanecer.
Al llegar el alba algunos animales ya no fueron los mismos. Romeo no maúlla, Marcelo está distante y Dora no anuncia sus huevos con su revuelta de graznidos y agudo cacaraqueo. De día las cosas ocurren a la vista, pero antes nacen en una noche iluminada.
Es de día y al llegar de la iglesia descubrimos a Marcelo ensangrentado. Había blandido por primera vez su gran espolón, y el rastro de sangre de su víctima delataba una anónima tragedia. Buscamos por todo el terreno y encontramos solo tierra seca. Marcelo parecía tranquilo, ajeno a nuestra sorpresa. Su cabeza exhibía una cresta húmeda, brillante, roja e indiferente. La duda nos invadió.
Al día siguiente el aroma dulzón y asfixiante de la muerte llegaba con el viento y se burlaba de nosotros bajo un sol abrasador. El terreno abandonado que bordea la casa escondía un secreto. No pudimos traspasarlo. Las hormigas y los carroñeros acabarían por ocultar la identidad del caído para siempre
Al poco tiempo me encontraba regando el jardín cuando P. descubrió un pequeñísimo huevo junto a otro en la canasta de Romeo. ¿Dora pretendía empollar un enano, o acaso alguna paloma temeraria había elegido el mismo sitio para fincar su nido? Ninguna de las dos posibilidades nos convenció. Tomé ambos huevos, los etiqueté como “la cosecha del día” y los guardé en el refrigerador. Una duda más hace fila en la ventanilla de perplejidades.
Ha pasado una semana y la luna sufrió su tradicional retroceso. Marcelo recobró su gallardía, el mini huevo espera su turno en el sartén, y lo único claro es que el hermano tuerto de Romeo desapareció.
Marcelo canta al amanecer. Romeo se regodea bajo el sol, el Sr. O revisa el periódico en la hamaca y el sonido dispar de la armónica de P. rompe el silencio de la mañana de domingo. Todos deseamos una semana de respuestas. Querido Romeo, el Sr. O me acusa de comer por las noches… ¿habrá regresado el sonambulismo?

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